El poder que tiene el destino sobre los personajes principales
Aun desde el principio de la obra, Lorca alude a la muerte y el sufrimiento que va a ocurrir al fin, cuando la madre sermonea el peligro de cuchillos y descubrimos que dos miembros de su familia murieron debido a esta arma cruel, lo que presagia el destino idéntico del novio. Entonces, hay una linea en la canción de cuna que cantan la suegra y la mujer de Leonardo ("La sangre corría
más fuerte que el agua." pg 8) que une la muerte maldita del caballo con la de Leonardo y del novio. Más tarde, la luna, que es personificada como un leñador joven y sanguinario, reafirma la idea del poder del destino cuando dice:
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada.
que no puedan escaparse! (Lorca, F (1933). p. 41)

El poder de las normas y las expectativas de la sociedad sobre el individuo:
Es claro que la novia no va a casarse para el amor verdadero, sino para cumplir su deber como una mujer: casarse con alguien con dinero y un titulo y un estatus social respetado para poder tener una vida tranquila y cómoda y tener hijos:
Novia: ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (Con angustia) Tú también te hubieras
ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un
poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro,
lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo
corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de
pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre
mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!; yo no
quería, ¡óyelo bien!. Yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el
brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y
todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos! (Lorca, F (1933). p. 52-53)
Al principio, la novia refleja la mujer estereotípico de la época y el poder que tenía la sociedad sobre el destino de las mujeres, pero por el fin ejerce su independencia por intentar escapar con Leonardo, con resultados caóticos. Esta obra sugiere que la influencia poderosa de la sociedad durante este tiempo estaba demasiado y simboliza la impotencia de las mujeres.
El poder embriagador del amor
Aunque Leonardo ya tiene una mujer y hijos, no puede olvidar el amor que tiene para la novia. Sus sentimientos de amor están tan fuertes que es impulsado huir con ella y dejar su familia sin marido y sin padre; están tan poderosos que es casi como una obsesión. Por ejemplo, esto es muy obvio cuando descubrimos que espera fuera de la habitación de la novia por la noche para mirarle:
Criada: A las tres.
Novia: Sería un caballo suelto de la manada.
Criada: No. Llevaba jinete.
Novia: ¿Por qué lo sabes?
Criada: Porque lo vi. Estuvo parado en tu ventana. Me chocó mucho.
Novia: ¿No sería mi novio? Algunas veces ha pasado a esas horas.
Criada: No.
Novia: ¿Tú le viste?
Criada: Sí.
Novia: ¿Quién era?
Criada: Era Leonardo. (Lorca, F (1933). p.17-18)

Además, hay el tema esencial de la violencia, que en esta obra se crea por imágenes vividos y agresivos:
El monologo de la luna
Luna:
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrid tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada.
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente!, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme! (A las ramas.)
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.
(Lorca, F (1933). p. 41)
La luna, tradicionalmente serena y hermosa, aquí, es muy violenta y vengativa, creando imaginaria sanguinaria que es muy inquietante perturbadora; especialmente la descripción de su deseo de tener sangre en su cara y entrar en un pecho. Esto, junto con las reglas sexistas y opresivas de la sociedad, muestran la fuerza destructora del destino; aun la naturaleza, y algo que debería ser romántico y pacifico, caza a la pareja, convirtiéndose en algo monstruoso y violento al extremo.
Bibliografia:
Lorca, F (1933). Bodas de sangre.
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